Como la inmensidad del mar ante nuestros ojos,
así es el amor.
Profundo en sus raíces,
en ocasiones tormentoso y revuelto como las mareas,
y otras veces tan boniato que se escapa a cualquier definición.
Donde nadie se ha atrevido a nadar,
donde hay peligro de dolor,
lo que que soy en mi ser.
Nada y nada,
sigue nadando.
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